miércoles, 23 de abril de 2014

H3 - CURSADA 2014



                




Tema I: Complejización de la organización del edificio y la ciudad. Fenómeno de metropolización
                                                              Estación de Pennsylvania, McKim, Mead & White, New York, 1902-11
Auditorium de Chicago, Adler-Sullivan, 1887-9.
Gran Estación Central, Nueva York, Warren & Wetmore, 1904-13. (Pennoyer-Walker) (P.-W., traducción)
http://www.gcthistory.com/#nav
Teatro Champs Elysées, París, Auguste Perret, 1911-3. (Frampton(  1  )
Galería Güemes, Bs.As., Francisco Gianotti, 1915. (Bonicatto) (  1  )
Rockefeller Center, Nueva York, Raymond Hood-Wallace K.Harrison-Andrew Reinhard, 1930-9. 
Iglesia Unitaria, Oak Park, Illinois, Frank Lloyd Wright, 1904-8. (  1  )
Fábrica modelo exhib. Werkbund, W. Gropius-A. Meyer, Colonia, 1914. (  1  )
Villa Schwob, La Chaux-de-Fonds, Le Corbusier, 1916-7. (Baltanás)
Casa Victoria Ocampo, Buenos Aires, Alejandro Bustillo, 1928.

Torre Eiffel, Gustave Eiffel, París, 1889.
Crystal Palace, Londres, Joseph Paxton, 1851. (  1  )
Galería de las Máquinas, Louis Dutert-Victor Contamin, 1889. (Ragon)
Sala del Centenario, Breslau, Max Berg, 1911-3. (  1  )
Fábrica Fiat Lingotto, Turín, Giacomo Mattè-Trucco, 1915-21. (  1  )
Puente Nicolás Avellaneda, Valle-Rodríguez Videla, 1940. (  1  )
Bibliografía ampliatoria: Giedion  -  Hobsbawn




                                                   Calendario 2014

martes, 22 de abril de 2014

El expandido campo de la Arquitectura - Jean-Louis Cohen

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                                                                                          1       2
El expandido campo de la Arquitectura
Jean-Louis Cohen.
(Introducción al libro The Future of Architecture since 1889. London, Phaidon Press, 2012)
Traducción: Eduardo Gentile
News from Nowhere (Noticias de ninguna parte) de William Morris y A Sleeper Awakes (Cuando el dormido despierte) de H. G. Wells, publicadas en 1890 y 1899 respectivamente, representan una futura sociedad    –una utopía socialista en el primer caso, una distopía capitalista en el segundo- donde  los protagonistas de ambas novelas despiertan tras un largo sueño. Si los contemporáneos de Morris y Wells se despertasen a comienzos del siglo XXI, podrán al menos reconocer no solo la existencia de una constelación de ciudades sobre la superficie planetaria sino también los edificios que la componen. Tanto ciudades como edificios han sufrido fundamentales transformaciones, en mayor grado que en cualquier otra ocasión del pasado. De igual modo, la cantidad de edificios producidos desde 1900 ha superado la suma de los que la historia humana había realizado hasta entonces.
No solo la población de las áreas urbanas excedió la rural por primera vez poco antes del año 2000, sino que además las formas mismas de la presencia humana sobre la faz de la tierra reflejaron acabadamente los cambios. En el siglo XIX, la estación de tren y las grandes tiendas se sumaron a las viviendas, palacios y templos en el repertorio de tipos edilicios.  En el siglo XX, le siguieron las oficinas y las torres de departamentos, los grandes conjuntos habitacionales, los vastos hangares que alojan actividades fabriles o centros de compras y una amplia variedad de infraestructuras en un rango que va desde diques a aeropuertos. Contradiciendo al historiador  británico[1] Nikolaus Pevsner, quien escribió la famosa frase “un cobertizo de bicicletas es un edificio, la Catedral de Lincoln es una obra de Arquitectura”[2], los más prosaicos programas comenzaron a ser considerados objetos dignos de atención estética. Este aumento sin precedentes de la construcción fue una magra compensación por el hasta entonces inimaginable nivel de destrucción de los recursos naturales y los tesoros culturales, por los efectos de la industrialización, la urbanización y la guerra. Los cambios en la Arquitectura  no se limitaron a la invención de programas que respondieron a las nuevas demandas de producción y consumo. El campo también se expandió con el ascenso de nuevos tipos y clases de usuarios. La Arquitectura dejó de ser una disciplina exclusivamente al servicio de los ricos y comenzó a dirigirse a grupos más amplios, incluyendo municipalidades, cooperativas y un amplio rango de instituciones y grupos sociales[3].  Asimismo respondió a la debacle de los códigos (arquitectónicos) del Clasicismo, al rechazo de la imitación histórica y a la introducción de nuevos materiales. Sus nuevas relaciones con la tecnología, las artes y la ciudad estuvieron afectadas tanto por condiciones externas como internas (a la disciplina). En algunas ocasiones se recurrió a fuentes externas a la misma, adoptando metáforas basadas en organismos biológicos, máquinas o al lenguaje; en otras se encontró inspiración en sus propias tradiciones disciplinares[4]. En vista de todas estas transformaciones, resultó imposible limitar en este libro la definición de Arquitectura a las obras construidas. Fueron tenidos en cuenta tanto los diseños no realizados como los libros, periódicos y manifestaciones públicas que encarnan la cultura arquitectónica en el sentido más amplio. En efecto, los edificios construidos están siempre ligados a ideas, narraciones y recuerdos de anteriores proyectos.
Dos umbrales temporales
La propia denominación “Siglo XX” está abierta al debate. Rechazando una definición cronológica estricta, el relato presente comienza con el periodo comprendido entre 1880 y 1914. Encuentra sus paréntesis temporales entre la “short century” (el siglo XX “corto”) que el historiador británico Eric Hobsbawn condensó entre los años 1914 y 1991[5] y un largo periodo que ubica a los orígenes del siglo XX dentro de un continuo que se remonta a la Ilustración. El movimiento inicial está caracterizado por la convergencia de industrialización y urbanización, el surgimiento de la socialdemocracia a través de Europa, la emergencia de las ciencias sociales como especializaciones disciplinares y la diseminación del pensamiento de importantes filósofos que van desde Friedrich Nietzche a Henri Bergson. Asimismo coincide con el ascenso de movimientos artísticos revolucionarios como el Simbolismo en poesía y otras artes y el Cubismo en pintura. Mientras las potencias europeas estaban combatiendo en una guerra por la dominación del mundo y orquestando el triunfo del imperialismo, los diseñadores y las imágenes de sus trabajos comenzaron a incursionar a través del mundo, gracias a la aceleración sin precedentes de los medios de transporte y las nuevas redes que formaban los medios de comunicación, las cuales diseminaron las normas culturales de las naciones líderes.
Un par de eventos casi contemporáneos fueron cruciales en este comienzo: la Exposición Universal de Paris de 1889 y la Exposición Universal Colombina de Chicago en 1893. La Feria parisina coincidió con el clímax del colonialismo europeo, en tanto la Feria de Chicago señaló la emergencia del Nuevo Mundo en la escena internacional. Ambos eventos pusieron en cuestión a la propia definición de Arquitectura, tanto en sus propósitos –dado que sus destinatarios comenzaron a ser grupos sociales más amplios- como en sus formas. La producción de masas, de los cuales el Fordismo dio inicio al más significativo sistema de organización, llevó a la creación de un mercado mundial y estimularon a los más radicales arquitectos a buscar nuevas formas en consonancia con la estética de la máquina. Al mismo tiempo, los tradicionalistas, quienes frecuentemente estuvieron no menos comprometidos socialmente y fueron no menos hostiles al eclecticismo, buscaron perpetuar los más tranquilizadores arquetipos del pasado ajustándolos a las nuevas demandas.
Casi un siglo más tarde –tras la descolonización, que culmina con la salida de prisión de Nelson Mandela en 1990 y el fin de la Guerra Fría, la cual estuvo marcada por el triunfo Occidental sobre el bloque Soviético en 1989- la terminación del segundo milenio aparece señalando el siguiente quiebre radical en la cultura arquitectónica. Es este momento el que provee el paréntesis con que se cierra este libro. La automatización de los procesos de la era digital tuvo como efecto modificar la división del trabajo profesional tanto como la relación entre el estudio donde se proyecta y el sitio donde se desarrolla la obra. El Museo Guggenheim en Bilbao, España, proyectado y dirigido por Frank Gehry en 1997, fue un notorio ejemplo de estas nuevas prácticas tanto como una potencial demostración de la importancia de la Arquitectura en el planeamiento urbano y las políticas públicas; junto con docenas de otros sorprendentes edificios. El Museo de Gehry puso en cuestión la delimitación tradicional del objeto arquitectónico. Con las “obras de autor”, clientes y organizaciones culturales disfrutaron una movilidad sin precedentes, gracias al ascenso de una generación de diseñadores publicitados por los medios de circulación internacional, aunque inicialmente comprometidos con actividades criticas y teóricas y abiertos al discurso utópico, coincidiendo con una crisis en las políticas sociales que se habían desarrollado a lo largo del siglo XX. Pisándoles los talones a varias generaciones de arquitectos que se habían nutrido con elevadas aspiraciones de transformación social, los diseñadores a finales del siglo XX renunciaron frecuentemente al uso de las herramientas políticas del desarrollo que podrían haber empleado para obtener sustanciales reformas.
El lapso entre 1889 y 2000 no se puede dividir fácilmente en segmentos ordenados y autónomos. Más bien es necesario tomar en cuenta temporalidades múltiples y superpuestas a través del siglo, como ha sugerido el historiador Fernand Braudel en su interpretación histórica del mundo Mediterráneo[6]. Braudel emplea la metáfora arquitectónica de planos multidimensionales para describir estas temporalidades múltiples. En la Arquitectura del siglo XX estos incluyen políticas estatales y sus altamente volátiles configuraciones, ciclos vitales de instituciones y organizaciones, tanto como ciudades y regiones, las cuales experimentan largos procesos de crecimiento y declinación y en un nivel más simple, la construcción de los principales edificios, las vidas de arquitectos, críticos, clientes e historiadores. Asimismo toman parte otras temporalidades fugaces, donde los conceptos e ideales aparecen y desaparecen, sólo para reaparecer pocas décadas más tarde. El problema de escribir una historia de la Arquitectura del siglo XX es precisamente relacionar estos ciclos diferentes de cambios temporales con los específicos diseños y objetos construidos. Dada esta estructura, he resistido la tentación de escribir una historia de lo que ha sido conocido como “Movimiento Moderno”, mas aun cuando Nikolaus Pevsner realizó una -en cierto modo- partisana identificación de sus “Pioneros” en 1936, celebrando a la figura de Walter Gropius como su principal cabeza[7]. Asimismo evité perpetuar la rúbrica “Estilo Internacional” formulada en 1932 en Nueva York[8], prefiriendo en su lugar formular una amplia definición de la modernidad que no pueda ser reducida al fetiche de la novitas, de lo nuevo por el amor hacia la novedad misma. Desde este punto de vista, resultó esencial no descuidar interpretaciones arquitectónicas de la modernidad basadas en conceptos conservadores o tradicionalistas, aun si estos fueron rechazados o ridiculizados por críticos militantes que actuaron en nombre de los más destacados arquitectos, como es frecuentemente el caso. Resurgimientos del clasicismo y de ocasionales erupciones subversivas de lo vernáculo, son parte de esta gran pintura. En efecto, la tradición, lejos de constituir una rígida categoría y aun menos una categoría estéril, y a pesar de que a veces ha sido totalmente fabricada, ha servido consistentemente como un estimulo intelectual[9].
Una exploración de las cambiantes fronteras entre arquitectura y los campos relacionados del arte, el planeamiento urbano y la tecnología se probaría asimismo como indispensable para comprender los métodos de dar forma (configuración). Los altos ideales con los cuales los arquitectos radicales se identificaron a sí mismos –tales como la estética de la máquina o el organicismo- necesitan ser tomados en cuenta, junto con los efectos de sus aparentemente muy abstractas manifestaciones, las que muchas veces ejercieron su influencia a varias décadas de distancia.  Un intento ha sido realizado a través del libro para identificar los documentos visuales permitiendo la comprensión más clara de estas resonancias y reverberaciones. Junto con las imágenes de edificios construidos, muchas veces en su contexto urbano, páginas de revistas, cubiertas de libros y retratos de arquitectos ayudan a reconstruir la complejidad de las continuamente cambiantes redes de signos y formas.
El carrusel de hegemonías
En las paginas siguientes, las diferentes “escenas” nacionales de arquitectura han sido tratadas como poros de estrategias y debates internacionales –como contextos donde estos últimos son sometidos a discusión, modificación y adaptación- más que como territorios con bordes impermeables. La historia de la arquitectura del siglo XX podría ser escrita siguiendo los hilos –o más bien desenredando los nudos- de sistemas de hegemonía consecutivos impuestos sobre las culturas nacionales y regionales[10]. El período en consideración está caracterizado en sus aspectos cruciales por recurrentes conflictos económicos y políticos entre los estados dominantes, incluyendo sus consecuencias militares. Estos conflictos han tenido un tremendo impacto en la cultura. En 1941 el magnate de los medios Henry Luce declaró que el siglo XX estaba destinado a ser la “Centuria Americana”, continuando siglos implícitamente percibidos como “Francés” e “Inglés”[11]. No hay dudas que los Estados Unidos de Norteamérica ejercieron considerable influencia en la arquitectura –como en otros muchos campos de la cultura- aun antes del incremento masivo de su poder luego de la victoria sobre las fuerzas del Eje en 1945 y un segundo momento triunfal al final de la Guerra Fría[12]. El vocabulario de la arquitectura fielmente refleja estos cambios. Después de 1945 la terminología americana complementó el lenguaje italiano de la arquitectura que había emergido durante el Renacimiento y que para entonces había sido complementado por términos franceses y británicos en los siglos XVIII y XIX y por términos alemanes a comienzos del siglo XX[13].
Pero la hegemonía de esta relativamente nueva civilización no fue la única cuestión que tuvo impacto en la arquitectura global. Considerando cada escena nacional como porosa antes que como un reino cerrado, se revelan sistemas de dominación de varios tipos. Intensidad y duración desde modos industriales de producción hasta patrones de ocio. Los escenarios nacionales se han mantenido abiertos, a pesar de recurrentes intentos de cerrar las fronteras por la vía autoritaria y xenófoba de sus regímenes. Lejos de abrir una vía al internacionalismo homogeneizador, los sistemas nacionales se han ellos mismos redefinido constantemente, configurados por el juego de fuerzas internas y externas. Mucho antes del advenimiento de los viajes en avión y las nuevas tecnologías de la información, la circulación global de ideas e imágenes por las vías del barco a vapor, el telégrafo y la reproducción mecánica de imágenes –todas ellas invenciones del siglo XIX- dieron forma a todas las escenas locales.
Estos patrones pueden ser detectados asimismo dentro de los imperios colonialistas, los cuales alcanzan tanto sus apogeos como inician sus colapsos en el siglo XX, para perpetuarse parcialmente bajo condiciones poscoloniales después de 1945. Pero la relación del colonizador con el colonizado nunca fue unidireccional y la hibridación que caracterizó el planeamiento urbano y la arquitectura en muchas colonias, donde los temas locales fueron asimilados dentro de las construcciones realizadas por el poder dominante, también operó entre las naciones colonizadoras[14].  El plan general de Chandigahr, capital de Punjab –inicialmente confiado al arquitecto americano Albert Mayer, que entonces formaba parte del estudio de Le Corbusier en París- estuvo enraizado en principios de planeamiento que habían sido desarrollados por los ingleses. La arquitectura de la ciudad de Casablanca (Marruecos) estuvo definida no solo en relación a París, sino también a Berlín, a Los Ángeles, mientras que Buenos Aires contiene ecos de Madrid, Budapest, Milán, Nueva York y París.
La continuidad tipológica
En cada escenario nacional, los grupos que compiten por el dominio en arquitectura dan rienda suelta por momentos a exageradas polémicas destinadas a consolidar su propio “capital simbólico”, en el sentido sociológico que Pierre Bourdieu da al término[15]. Ha resultado por lo tanto imposible limitarse a la historia de las relaciones que estructuran la arquitectura del siglo XX como un listado de “influencias” estéticas –un término que conscientemente evité. En su lugar, siguiendo a Hans Robert Jauss, hallo esencial analizar la recepción ejercida por obras e ideas, dado que frecuentemente redefinen la identidad profesional de los arquitectos, aun de aquellos que trabajan a considerable distancia de los edificios que están interpretando y muchas veces emulando[16]. Este libro propone construir un mapa de las relaciones establecidas entre sistemas teóricos, conceptos seminales, planes urbanos, proyectos en el papel y edificios construidos. Estos últimos, no obstante, junto  con las figuras de los arquitectos, se mantienen como el foco central, aunque teniendo en cuenta asimismo su recepción local e internacional. La conexión entre aquellos espacios imaginados y los construidos fue particularmente potente en el siglo XX, haciendo que los principales tipos de edificación fueran desarrollados en una suerte de salto desde el estante de una “biblioteca de proyectos ideales”, como ha señalado Bruno Fortier[17], a la realidad de la obra.
Las torres de cristal imaginadas por Ludwig Mies van der Rohe en 1921, por ejemplo, fueron construidas recién en la década de 1950. Se convirtieron en un agotado cliché -un objetivo fácil para los críticos que abogaban a favor del postmodernismo- antes de ser resucitados a finales del siglo gracias a los nuevos avances tecnológicos. De igual modo, el inmueble-villa concebido por Le Corbusier en 1922, un albergue colectivo con ámbitos adecuados para desarrollar la vida privada, ha continuado inspirando proyectos en el tercer milenio. La visión del edificio-máquina producida por Antonio Sant’Elia justo antes de la I Guerra Mundial aparece en forma modificada en el Centro Pompidou, mientras que la biomórfica estructura contorsionada soñada por los Expresionistas ha finalmente comenzado a ser factible en el presente cuando los modelos digitales han posibilitado fragmentar formas complejas en componentes que pueden ser calculados y producidos industrialmente.
Historiadores versus arquitectos o el problema de la inclusión
Hasta la década de 1970 las historias narradas por Sigfried Giedion, Bruno Zevi, Henry-Russell Hitchcock y Leonardo Benévolo perpetuaron una visión de la arquitectura moderna que daba prioridad al carácter radical de las innovaciones. Cada narración arrastraba sus particulares prejuicios[18].   En fecha tan temprana como 1929 Giedion estuvo interesado en observar las “constantes nacionales”[19]. Para 1941 él hablaba de la creación de una “nueva tradición”, una noción que Hitchcock había propuesto en 1929[20]. En 1951 Zevi respondió a Giedion iluminando la relación histórica de la cultura arquitectónica con la política, examinando un vasto conjunto de edificios[21]. En 1958 Hitchcock describe la “reintegración” de las artes del ingeniero y el arquitecto; asimismo prefería escribir acerca de edificios que entonces había tenido la oportunidad de visitar[22]. En tanto Benévolo sitúa el desarrollo de la arquitectura moderna dentro de un optimista cuadro en el que se encuentran las invenciones formales y tecnológicas y los avances sociales[23].  Veinte años más tarde, pero de manera similar, Kenneth Frampton  propone una “historia crítica” del Movimiento Moderno, buscando prolongar ese “proyecto incompleto”[24]. Poco tiempo después, William Curtis tomó en cuenta la expansión global de la arquitectura moderna, una perspectiva arraigada en sus propias experiencias en Asia y América Latina[25]. En 2002 Alan Colquhoun publicó un conciso ensayo, no menos comprometido con la celebración del modernismo que el de Frampton[26].
Reyner Banham, quien en los primeros años de la década de 1960 arraigó las estrategias de la arquitectura moderna tanto en el Futurismo italiano como en el Clasicismo francés, estuvo entre quienes propusieron una lectura más subversiva[27]. Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co analizaron asimismo las relaciones entre estética y política en la arquitectura del siglo XX, subrayando las tensiones ideológicas que dieron forma al campo[28], enfoque al cual Tafuri se había dirigido previamente en su enigmático aunque magistral Arquitectura y Utopía (1973). Varias generaciones de diccionarios biográficos han posibilitado lecturas en paralelo a las ofrecidas en estas narraciones históricas. Recientemente Adrian Forty intentó en Words and Buildings definir el campo semántico de la arquitectura moderna, identificando muchos de sus términos clave, en tanto Anthony Vidler develó las estrategias determinantes de muchas de estas historias fundacionales[29]. Aun así, pocas de estas obras han intentado revelar las continuidades que caracterizan la arquitectura moderna –un hilo que se quiebra frecuentemente aunque discurre a través de los episodios discutidos en este libro.
De Giedion a Tafuri y luego a Frampton, estos discursos de la historia de la arquitectura han revelado el hecho de que la supuesta autonomía o la objetividad del historiador es cuasi ficticia. Muchos de estos libros originados en un pedido de un determinado arquitecto –en el caso de Giedion por Le Corbusier y Walter Gropius- o que han reflejado una posición intelectual desarrollada en cercano contacto con arquitectos –en el caso de Tafuri, con Aldo Rossi y Vittorio Gregotti. A través de estas relaciones, los arquitectos han configurado innegablemente el pensamiento del historiador y por momentos parcializado sus interpretaciones.
Las siguientes páginas intentan situarse poniendo menos énfasis en la creatividad de los “maestros” incuestionables como Frank Lloyd Wright, Le Corbusier o Mies[30] que en las -a menudo injustamente- negadas obras de arquitectos que tuvieron carreras menos heroicas pero han sido redescubiertos a través de la publicación de una plétora de monografías durante las dos últimas décadas. La importancia de los “maestros” de la arquitectura moderna requiere ser evaluada tanto a través de una cuidadosa reconsideración de su ascenso y ciclo en que dominaron tanto como la celebración de su obra. Desde este punto de vista –y a diferencia de muchos de los volúmenes nombrados arriba- este libro intenta ser tan inclusivo como sea posible, dentro de los límites de su formato y a riesgo de ocasionalmente simplificar exageradamente trayectorias complejas. Frecuentemente dediqué más atención a los comienzos experimentales de la carrera de los arquitectos antes que a sus últimos períodos, donde sus trabajos son frecuentemente regresivos o quedan simplemente congelados por el éxito y la repetición.
Para evitar reproducir el tipo de narrativa épica con la cual muchas historias previas han interpretado las teorías y diseños de los arquitectos más innovadores del siglo XIX –reduciendo a sus predecesores inmediatos al dudoso estatus de “pioneros”- he adoptado un amplio punto de vista para el desenvolvimiento de la modernidad arquitectónica. La continuidad entre ideales y estrategias de reforma forjada durante las primeras décadas de la Revolución Industrial y aquellas de “maduro” modernismo de la década de 1920 no pueden ser negados. En todo caso, una definición de modernidad limitada a los preceptos de diseño y a la estética del alto modernismo aparece totalmente obsoleta treinta años después de la irrupción del último de los varios posmodernismos de corta duración. Sin ir más lejos y para extender la definición de las modernas condiciones de la vasta configuración de pensamientos científicos y políticos explorados por, por ejemplo, Bruno Latour [31], me aventuré más allá de los límites de los movimientos que literariamente proclamaron su propia modernidad con el fin de considerar cambios producidos alrededor de la convergencia de la Ilustración, la Revolución Industrial y el ascenso del estado-nación. La adaptación de los códigos de la construcción tradicional a los requerimientos funcionales de la modernización –el proceso objetivo de la transformación material de la sociedad- es propio de esta crónica tanto como  las innovaciones en las tipologías edilicias y las formas, aún si las primeras responden más a los dictados del poder del estado y el capital antes que a ideales de reforma social. Es difícil y tal vez imposible comunicar en un solo volumen  un espectro de experiencias que miles de monografías, catálogos de exposiciones, tesis doctorales y estudios temáticos no hayan agotado. Aún así, alternando amplias pinceladas con detalles específicos, me he esforzado en evocar un paisaje de temas recurrentes y por momentos a revelar diferentes vías de pensamiento acerca del pasado. Entre estos temas recurrentes está la apasionada búsqueda realizada por arquitectos modernos de una arquitectura considerada “racional” –un término que ha tenido mucho éxito a lo largo de muchas décadas- o en todo caso de ser justificada por una ratio relacionada a la construcción, la función o la economía. Esta búsqueda conduce en casos extremos a la reducción de la concepción de edificios “racionales” a poco más que la implementación de principios como la previsión de ventilación óptima o la alineación que garantice máximo asoleamiento. Otro tema recurrente en la arquitectura del siglo XX ha sido la relación de los programas arquitectónicos con las necesidades de las clases sociales explotadas –un asunto tomado en consideración durante este período por arquitectos profesionales por primera vez en la historia.
A través del siglo XX, diversos movimientos populistas constantemente direccionaron este asunto, ya sea estructuralmente –por ejemplo en términos de vivienda social- o estéticamente, basándose en formas vernaculares antes que formas dotadas de “pedigree”.
He aspirado a rastrear proyectos, junto a los destellantes logros de los “Maestros” y sus experimentos pioneros que reclaman liberar a la arquitectura del peso de la historia,  aquellos que reflejen mejor el lento, acumulativo e irresistible proceso de modernización. Durante la era dorada del cine de Hollywood, los principales estudios y productores categorizaban sus filmes como “A”, “B” o “C” de acuerdo a su presupuesto. Este relato a pesar de que frecuentemente se enfoque en los edificios clase “A”, fue escrito inicialmente con la intención de no negar las relaciones entre la arquitectura “mayor” de las obras más espectaculares y la arquitectura “menor” de la producción masiva, la que constituye el telón de fondo de los proyectos monumentales. Las limitaciones físicas de este volumen han limitado esta ambición, pero si las páginas que siguen no pueden desenmarañar todos los misterios de la arquitectura del siglo XX, aspiran primero y ante todo a ser una invitación a descubrir y a sugerir una estructura dentro de la cual comprender sus logros más característicos.




[1] El autor se menciona a Pevsner como “British historian” aunque éste nació en Leipzig en 1902 y se nacionalizó británico en 1946 (N. del T.).
[2] Nikolaus Pevsner, An Outline of European Architecture (Hardmondsworth, UK: Penguin Books, 1963), 15. Hay edición castellana: Esquemas de la Arquitectura Europea, Buenos Aires, Infinito, 1957. Pág. 17
[3] Aludo aquí al ensayo seminal de Rosalind Krauss “Sculpture in the Expanded Field”, October 8 (Spring 1979): 30-44. Hay edición española “La escultura en el campo extendido” publicada en Rosalind Krauss: La originalidad de la vanguardia y otros mitos modernos, Alianza Editorial, Madrid, 1996, pp. 289-303.
[4] Adrian Forty, “Of Cars, Clothes and Carpets: Design Methapors in Architectural Thought”, Journal of Design History 2, Nº 1 (1989): 1-14.
[5] Eric Hobsbawn, The Age of Extremes: A History of the World, 1914-1991 (New York: Pantheon Books, 1994). Hay edición española: Historia del Siglo XX, Barcelona, Crítica, 1995.
[6] Fernand Braudel, “Preface” en La Méditerranée et le monde méditerraéen à l`époque de Phillippe II (Paris: Armand Colin, 1949). Hay edición española: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II. Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, S.L., 2001.
[7] Nikolaus Pevsner: Pioneers of the Modern Movement from William Morris to Walter Gropius (London: Faber and Faber, 1936), Hay edición en español: Pioneros del diseño modern. De William Morris a Walter Gropius. Buenos Aires, Infinito, 1958.
[8] Henry-Russell Hitchcock y Philip Johnson: The International Style: Architecture since 1922 (New York; W.W. Norton, 1932). Hay edición en español: El estilo internacional. Arquitectura desde 1922. Murcia, Comisión de Cultura del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, 1984.
[9] Eric Hobsbawn y Terence Ranger, editores: The Invention of Tradition (Cambridge: Cambridge University Press, 1983). Hay edición en español: La invención de la tradición. Barcelona, Crítica, 2002.
[10] Uso el término hegemonía de acuerdo al sentido dado por Antonio Gramsci, por ejemplo, como sistema de actitudes, creencias y valores que permiten el dominio: Antonio Gramsci, Prison Notebooks, vols. I y II, edición y traducción Joseph A. Buttigieg (New York: Columbia University Press, 1992-96). Véase asimismo Chantal Mouffe, “Hegemony and Ideology in Gramsci” Research in Political Economy 2 (1979), 1-31. Del primero hay traducción al español: Cuadernos de la cárcel, 6, vols, ERA; México, coedición con UAP, 2000.
[11] Henry Luce, “The American Century”, Life Magazine, February 7, 1941.
[12] Véase Jean-Louis Cohen, Scenes of the world to Come: European Architecture and the American Challenge, 1893-1960 (Paris: Flammarion; Montreal: Canadian Center for Architecture, 1995).
[13] Véase Jean-Louis Cohen: “Le cultura della modernizzazione: il balletto delle egemonie” en Maria Luisa Scalvin y Fabio Mangone, editores, Immagini e temi, volume temático del Dizionario dell’architettura del XX secolo (Roma: Istituto della Enciclopedia Italiana, 2004), 21-31.
[14] Vease Anthony D. King, Colonial Urban Development: Culture, Social Power and Environment (London: Routledge & Paul, 1976) y Mercedes Volait y Joe Nasr, editores, Urbanism: Imported or exported? (West Sussex, UK: Wiley-Academy, 2003).
[15] Pierre Bourdieu: Le sens practique (Paris: Editions du Minuit, 1980). Hay edición en español: El sentido práctico, Madrid: Taurus, 1980
[16] Hans Robert Jauss, Towards an Aestethic of Reception, traducido por Timothy Bahti (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1982). En el campo arquitectónico vease Jean.Yves Andrieux y Fabienne Chevalier, editores, La reception de l’architecture du mouvement moderne: image, usage, héritage (Saint-Étienne: Publications de l’Université de Saint-Étienne), 2002.
[17] Bruno Fortier, L’amour des villes (Liège: Mardaga; Paris: Institut français d’architecture, 1994).
[18] Maria Luisa Scalvini y Maria Luisa Sandri, L’immagine storiografica dell’architettura moderna da Platz a Giedion (Roma; Officina edizioni, 1984); Panayotis Tourkiniotis, The Historiography of Modern Architecture (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1999) y Anthony Vidler: Histoires of the Inmediate Present: Inventing Architectural Modernism (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2008). De estos dos últimos hay traducción al español: La historiografía de la Arquitectura Moderna, Madrid, Celeste, 2001 e Historias del Presente Inmediato, Barcelona, Gustavo Gili, 2011.
[19] Siegfried Giedion, “Nationalitättskonstante” en Bauen in Frankreich, Bauen in Eisen, Bauen in Eisenbeton (Leipzig: Klinkhardt & Biermann, 1928), 68; en inglés: Building in France, Building in Iron, Building in Ferroconcrete, Traducción J. Duncan Berry (Santa Monica: Getty Center for the History of Art and the Humanities, 1995), 152.
[20] Siegfried Giedion, Space, Time and Architecture: The Growth of a New Tradition (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1941), 18; Henry-Russell Hitchcock, Modern Architecture: Romanticism and Reintegration (New York: Payson and Clarke, 1929), 77-149. Del libro de Giedion existe una nueva traducción al español: Espacio, Tiempo y Arquitectura, Barcelona, Editorial Reverté. Estudios Universitarios de Arquitectura, 17. 2009.
[21] Bruno Zevi, Storia dell’architettura moderna (Turin: Einaudi, 1951). Hay traducción al español: Historia de la Arquitectura Moderna, Barcelona, Poseidón, 1980.
[22] Henry-Russell Hitchcock: Architecture: Nineteenth and Twentieth Centuries (Hardmondsworth, UK: Penguin Books, 1958). Hay traducción al español: Arquitectura de los siglos XIX y XX, Madrid, Cátedra, 1981.
[23] Leonardo Benevolo, Storia dell’architettura moderna (Bari, Italia: Laterza, 1960). Hay edición en español: Historia de la Arquitectura Moderna, Barcelona, Gustavo Gili, 2002.
[24] Kenneth Frampton, Modern Architecture: A Critical History (London: Thames & Hudson, 1980). Hay edición en español: Historia critica de la Arquitectura Moderna, Gustavo Gili, 1983.
[25] William J. R. Curtis, Modern Architecture since 1900 (London: Phaidon, 1982). Hay edicion en español: Arquitectura Moderna desde 1900, Londres, Phaidon, 2006.
[26] Alan Colquhoun, Modern Architecture (Oxford: Oxford University Press, 2002). Hay edición en español: La Arquitectura Moderna. Una historia desapasionada, Barcelona, Gustavo Gili, 2005.
[27] Reyner Banham, Theory and Design in the First Machine Age (London: Architectural Press, 1960). Hay traducción al español: Teoría y diseño arquitectónico en la era de la maquina, Buenos aires, Nueva Visión, 1965.
[28] Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co, Storia dell’arhjitettura contemporanea (Milano: Electa, 1976). Hay edición en español: Arquitectura Contemporánea, Madrid, Aguilar, 1980.
[29] Adrian Forty, Words and Buildings: A Vocabulary of Modern Architecture (London: Thames & Hudson, 2000); Anthony Vidler: Histoires of the Inmediate Present: Inventing Architectural Modernism (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2008).
[30] Confrontar Peter Blake, The Master Builders (New York: Knopfl, 1960). Hay traducción castellana: Maestros de la Arquitectura, Victor Lerú, Buenos Aires, 1960.
[31] Bruno Latour, Nous n’avons jamais été modernes. Essai d’anthropologie symétrique (Paris: La Dècouverte, 1991); en inglés: We Have Never Been Modern, Traducción Catherine Porter (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1993).